Relojes de 300.000€ bajo fuego: por qué pogacar y van der poel se juegan la piel por llevarlos en plena batalla
En el infierno de París-Roubaix, donde cada kilómetro es una sentencia y cada piedra puede destrozar una carrera, la sangre de Tadej Pogačar empezó a teñir su guante blanco. Había caído en un tramo de pavé a 35 kilómetros de meta. Y cuando tocó el suelo, no fue solo el impacto lo que le abrió la mano: el reloj que llevaba, un Richard Mille RM 67-02 valorado en 300.000 euros, le cortó la piel como si fuera un trozo más del propio adoquín.
Mientras Pogačar volvía a subir la potencia por encima del dolor, la sangre se deslizaba alrededor de un reloj más caro que muchos coches. Un contraste surrealista. Un ciclista herido, empapado de polvo, apretando los dientes… con un objeto de lujo en la muñeca.
Al otro lado del pavé, Mathieu van der Poel volaba hacia la victoria con exactamente el mismo modelo en su muñeca. Rivales absolutos, estilos opuestos, pero unidos por un símbolo que no tiene que ver con vatios, ni aerodinámica: estatus.
Una pregunta inevitable aparece:
¿Por qué dos de los mejores ciclistas del planeta llevan un reloj de 300.000€ mientras se revuelcan entre barro, caídas y caos?
La respuesta: porque en 2025, ganar ya no basta
Aquí no hablamos solo de patrocinio. Hablamos de espectáculo, imagen y narrativa.
Richard Mille no quiere que su reloj se vea limpio en un podio. Lo quiere cubierto de barro, chocando contra el adoquín, protagonizando primeros planos en pleno esfuerzo máximo.
Porque ahí está el valor. Ahí está la historia. Ahí está el impacto.
Un romance que lleva décadas
Los relojes llevan mucho tiempo en el ciclismo. Desde los primeros Tours, cuando los corredores miraban la hora para calcular ritmos sin pulsómetros. Más tarde llegaron marcas como Festina, Tissot, o los relojes de podio.
Pero Richard Mille ha cambiado completamente el tablero:
el reloj ya no es un accesorio, es parte de la identidad del atleta.
De Cavendish a Alaphilippe: el plan que abrió la puerta
Mark Cavendish fue uno de los primeros en lucir un Richard Mille en plena acción.
Después apareció Julian Alaphilippe, mostrando el RM 67-02 entre ataques y celebraciones.
Fueron los pioneros de un nuevo concepto: convertir un reloj imposible en un símbolo dentro de un deporte que romanticamente se decía “pobre”.
Pogačar y Van der Poel son la evolución natural:
los dos pilotos más mediáticos, más filmados, más analizados… los dos gladiadores modernos.
Cada vez que tiran un ataque, la cámara captura la muñeca.
Cada vez que levantan la bici, el reloj brilla bajo el polvo.
Cada vez que sangran, el contraste es aún mayor.
No suma vatios, pero suma algo más potente
El RM 67-02 pesa solo 32 gramos.
No frena. No molesta. No especializa. No da datos.
Van der Poel incluso lleva otro aparato en la muñeca contraria: el Whoop, que sí sirve para rendimiento.
¿Entonces por qué lo llevan?
Porque el reloj no mide el tiempo. Mide estatus. Mide trascendencia. Mide quién eres en la era de la imagen.
Ser visto con un Richard Mille te conecta con Nadal, Alonso, Norris.
Te convierte en algo más que un ciclista: en un icono global.
El lado oscuro de llevar una casa en la muñeca
Con tanto brillo también llega el riesgo.
Mark Cavendish fue asaltado en su propia casa por ladrones que solo buscaban sus Richard Mille.
Le pusieron un cuchillo en la garganta. No querían dinero. No querían joyas.
Querían los relojes.
Pogačar, en París-Niza 2023, sufrió el robo de su pieza exclusiva de los Juegos Olímpicos. Entraron en su hotel, se la llevaron y nunca ha aparecido.
Un reloj así es un imán para los focos… y también para los delincuentes.
Entonces, ¿por qué siguen llevándolos?
Porque el ciclismo moderno ya no solo se corre en carreteras.
Se corre en redes sociales, en portadas, en la memoria cultural del deporte.
Un Richard Mille en la muñeca durante una caída sangrienta en Roubaix vale más publicidad que 100 campañas.
Es brutal, irracional, exagerado…
pero totalmente efectivo.
Y en un mundo que devora dopamina, impacto y símbolos,
Pogačar y Van der Poel lo saben mejor que nadie:
en 2025, la imagen también gana carreras.
22 NOV. 2025


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